martes, 3 de enero de 2012

Efemérides de sumisión, síndrome de Estocolmo a la andaluza

Todavía me pitan los oídos pero me da igual. El recuerdo de la muestra simultánea de dignidad, de rabia  y de alegría de ayer van terminando paulatinamente con los acúfenos, que con todo, para mí no son más molestos que el hecho de que exista en mi país una fiesta tan absurda y tan fascista pagada con dinero público como la Toma de Granada.

Lamentablemente estamos muy acostumbrados lxs andalucxs a celebrar nuestras propias derrotas, o incluso a celebrar nuestras pequeñas victorias con un grado tal de manipulación histórica que se convierten en derrotas, como sucede con el maltrecho Blas Infante, al que siendo un personaje asesinado por el ejército español por tener una idea de Andalucía que no cuadraba con la muy cacareada unidad de España, es reivindicado hasta por el PPSOE, deformando su figura hasta el punto de que parece que Blas Infante estaría muy satisfecho con el actual sistema autonómico de absoluta dependencia. La mera existencia y obra de Don Blas ya supone una victoria del pueblo andaluz, pero ésta se diluye como una pastilla de sacarina en un café cuando convierten al padre de nuestra patria en un presunto adalid del Estatuto de Autonomía actual. Es surrealista.

Es éste el marco del imaginario popular andaluz y no otro. En el caso de la Toma de Granada, en la ciudad nazarí se celebra el día en el que las tropas castellano-aragonesas acabaron de conquistar el llamado Reino de Granada, continuando de esta manera ese proyecto unificador realizado a sangre y fuego que hoy día aún padecemos los distintos pueblos del Estado Español. Y por supuesto, cómo no, ahí están lxs andalucxs alienadxs  celebrando alegremente un genocidio que en aquellos días no había hecho más que empezar, pues ese mismo año comenzaba a fraguarse también la versión extendida de dicha masacre al otro lado del Atlántico, ya que la sed del belicoso imperialismo protoespañol no se iba a quedar ahí sofocada, sino que tuvieron que esquilmar y eliminar físicamente a la población nativa de Abya Yala (América). En cualquier caso, carece de sentido celebrar algo así, independientemente de la sensibilidad para con los pueblos oprimidos del Estado Español que se pueda tener o dejar de tener.

Y las instituciones fascistas españolas que tenemos en Andalucía no dan puntada sin hilo. Eso ya se sabe. Y en 1936 volvieron a instaurar el 2 de enero como Día de la Ciudad, ya que en los años de la II República Española esta celebración se eliminó del calendario. Esta situación, como tantas otras, no ha cambiado desde entonces, y hoy día esta celebración continúa haciéndose al más puro estilo franquista, y aprovechado por grupúsculos de “patriotas españoles” que año tras año elevan el grado de inmundicia que ya de por sí tiene el acto, haciendo de las suyas, lanzando proclamas racistas y xenófobas, y exhibiendo banderas preconstitucionales, claramente prohibidas por esas leyes españolas que no sólo son insuficientes, sino que ni siquiera se cumplen, aunque también está prohibido pegar a la gente y ayer un periodista de la SER se llevó una mano de tortas para celebrar el día supongo yo. Habrá que ver qué pasa.
Todo esto está claro que está hecho apuntando en una dirección, que no es otra que la de robar a lxs andalucxs su identidad como pueblo, ya que si bien el Reino de Granada no se corresponde históricamente con la actual Andalucía, sí que la actual España está muy cerca de corresponderse con aquella corona castellano-aragonesa que entró a lo que hoy es nuestra tierra con la espada en la mano, y conviene que lxs andalucxs olvidemos todo eso, porque eso significaría olvidar que España nace de un genocidio.

Pero no todo está perdido, y como empezaba diciendo en este artículo, el alarde de dignidad de lxs andalucxs que no fuimos a la Plaza del Carmen a hacer de palmeros del ejército español, sino a reventar el acto, hace que merezca la pena seguir con un leve pitido dentro del oído. Afortunadamente, Andalucía está despertado poquito a poco, y el año que viene, si se celebra el Día de la Toma, será aún más multitudinaria nuestra asistencia como invitados de honor, silbato en mano, y a pesar del riesgo de ser multados como pasó en 2011, para decir que los genocidios no se celebran, y menos aún lo vamos a celebrar nosotros, que somos los primeros damnificados de aquella supuesta reconquista, y que también somos víctimas al igual que el resto de pueblos del Estado Español, de la represión franquista que instauró dicha fecha de celebración en el año 1936. Que no hombre, que no lo vamos a permitir.

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