Mendicidad por todas partes, Starbucks y Mc Donalds en cada esquina, drogas
en plena calle, tiendas con zapatillas de deporte de Adidas o Nike de las
cosidas en Taiwan, considerable desigualdad económica entre el turista europeo
medio y el habitante autóctono, muchas banderas nacionales por todas partes,
una gran red de transportes públicos de los años 50, 60 o 70 que se mantienen
perfectas donde puedes ir hasta un desagradecido cementerio que contiene las
estatuas de los héroes y heroínas que hicieron posible que esa red (entre otras
muchas cosas) existiera, impunidad absoluta para los Jobbik, el partido nazi
que campa a sus anchas por allí persiguiendo gitanos por las calles... Budapest
es una ciudad de contrastes muy intensos en clave política y social.
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Vista de Budapest desde la colina de Gellert |
Es una ciudad bella. Creo que no hay otro adjetivo que pudiera definirla
mejor. Es belleza pura. Desde la perspectiva de la Colina de Gellert, se puede
ver la gran extensión de Budapest atravesada por el Danubio, que navegándolo
con la mirada te lleva hasta Isla Margarit, que está flotando en él. Sus
puentes, el Parlamento que está a la orilla, y un mosaico de tejados de colores
bastante heterogéneos que cuesta parar de mirar son otros de los elementos que
destacan de su vista aérea. A ras de suelo Budapest no pierde ningún interés.
Es un lugar donde cada esquina guarda un detalle curioso, algo que observar o
de lo que sorprenderse. Al menos para mí. En parte esto es provocado por el
mero hecho de ser un lugar que se encuentra a 3000 km. de Andalucía con las
diferencias lógicas que eso conlleva, o por ser Hungría un país centroeuropeo
colocado en tierra de nadie si atendemos al “telón de acero imaginario” con el
que se hace una división mental entre Europa Occidental y Oriental, y que aquí
se hace un poco difuso, arrojando una mezcla cultural muy interesante. Cabe
decir que no me estoy refiriendo a los iconos de la globalización capitalista
de hoy, sino a algo más general. Un KFC en cada esquina no es precisamente
interculturalidad, o al menos no es mi concepto ideal de ésta.
Entre los detalles que podríamos observar por la ciudad lamentablemente nos
encontramos dos agujeros negros históricos. Uno en el periodo que va desde 1944
hasta 1991, y otro más pequeño correspondiente a 1919. Son la época posterior a
la liberación de Hungría de la dominación nazi por parte de las tropas
soviéticas además de la posterior etapa socialista del país iniciada en 1949, y
la corta experiencia de la República Popular de Hungría de 1919. Los restos
históricos del difunto socialismo húngaro han sido literalmente borrados de la
ciudad, al parecer de una forma más concienzuda si cabe que en otras ciudades
europeas del antiguo campo socialista.
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Entrada al Museo del Terror |
Pero lograr hacer olvidar el socialismo en un país que lo ha disfrutado
durante más de 40 años no debe ser sencillo. Un ejemplo de este trabajado esfuerzo
institucional es el Museo del Terror, en el que se encuentran expuestas de una
manera intencionadamente “simétrica” documentos, estatuas, representaciones de
ambientes o uniformes de los nazis y de los comunistas. Es el relato de siempre,
sólo que en los países que fueron ocupados por el IV Reich y que después de la
II Guerra Mundial se convirtieron en países socialistas este relato debe ser
acompañado de una gran cantidad de accesorios. Lo que aquí nos cuentan de viva
voz tertulianos del PP o del PSOE, allí tienen que currárselo más para que
agarre. Al entrar se oye una música tenebrosa propia del castillo del terror de
la feria de tu pueblo y aparecen al frente un par de estandartes que simbolizan
las dos temáticas del museo. Pronto aparecen los bustos de Stalin que han sido
arrancados de sus lugares de origen en la Budapest socialista, los videos con
testimonios de supervivientes de campos de concentración nazis y del Gulag
soviético, los expositores con objetos de tortura utilizados en los
interrogatorios de nazis y de soviéticos, réplicas de celdas y de despachos, y
cosas así. No hay nada al azar, y por cada elemento positivo que pudieras ver
en los comunistas, te aparece algo que te trata de desmontar esa visión,
llegando al punto en el que la aparición de objetos nazis se va diluyendo
conforme se avanza en el recorrido y queda exclusivamente terror soviético
hasta llegar a la zona en la que se recuerda la contrarrevolución de 1956, y al final del todo ya en una especie de “fin
de la pesadilla” aparecen vídeos con los hechos del tiempo que va desde 1989
hasta el 1991, cuando al fin cayó el socialismo en Hungría. Cierto es que la
estancia del partido de la cruz flechada y de los nazis alemanes no ocuparon tantos
años como la estancia del Partido Comunista de Hungría (Después denominado
Partido Socialista Obrero Húngaro) y de tropas soviéticas y por tanto es lógico
pensar que haya más material de la época comunista, pero la manera en que está
todo dispuesto te dirige inconscientemente el pensamiento hacia experimentar
más empatía con los nazis que con los comunistas, y eso es intencionado. De ahí
que la “simetría” pueda ir entrecomillada.
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Pequeño busto de Stalin |
Estrar en dicho museo (Cuyo edificio es el antiguo Cuartel General de la
ÁVH, la policía secreta húngara de la época de Rakosi) es una experiencia
contradictoria en esencia para cualquier comunista y presupongo que para
cualquier nazi, porque el museo está bien planteado ignorando el componente
ideológico presente durante todo el recorrido. Es decir, los objetos que están
allí expuestos, no dejan de ser históricamente interesantes. Como señalábamos
anteriormente, ahí podremos encontrar desde uniformes de las SS nazis o
insignias de oficiales soviéticos, hasta documentos de judíos asesinados
durante la II Guerra Mundial, o una máquina de escribir utilizada en un cuartel
de la ÁVH. Es cierto que es difícil olvidar ese componente ideológico, porque
es la única razón que explica la existencia de este museo… En definitiva, pasar
allí 2 horas, es pasar 2 horas de contradicción constante.
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Las botas de Stalin, anticomunismo puro |
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Monumento a las BBII |
A Marx, a Engels, a Lenin o a Dimitrov también les podemos encontrar. Y a
Bela Kun y otros destacados dirigentes de la Revolución de 1919. Y una gran
cantidad de “monumentos al combatiente soviético” erigidos en honor de los que
lucharon en la II Guerra Mundial contra los nazis. También hay hasta un
monumento en honor a los húngaros que lucharon en la Guerra Civil Española en
batallones de las Brigadas Internacionales. Nada de esto debe ser digno de
tener por el centro de la ciudad, y su lugar más apropiado debe ser el Memento
Park, un museo hecho al comunismo, sino a la caída del comunismo, como viene
indicado en todas las evidencias que podemos encontrar. Ni el antifascismo
tiene cabida en la Budapest post-socialista.
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Encuesta de kutatopont |
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Marx aún resiste |
Personalmente tengo clara una cosa. Hasta que las estatuas no regresen al lugar donde les corresponde, Budapest no estará ordenada del todo y seguirá siendo un puzle con esas pequeñas piezas mal colocadas en sitios equivocados. Al menos simbólicamente hablando.
De momento esta escultura de Marx aguanta en la Facultad de Derecho de Budapest. No sabemos por cuánto tiempo.
Y por último tengo que agradecer la invitación de mi hermana para conocer tan interesante ciudad. Qué anfitriona más maravillosa!!!
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