jueves, 19 de junio de 2014

Budapest, ciudad de contrastes


Mendicidad por todas partes, Starbucks y Mc Donalds en cada esquina, drogas en plena calle, tiendas con zapatillas de deporte de Adidas o Nike de las cosidas en Taiwan, considerable desigualdad económica entre el turista europeo medio y el habitante autóctono, muchas banderas nacionales por todas partes, una gran red de transportes públicos de los años 50, 60 o 70 que se mantienen perfectas donde puedes ir hasta un desagradecido cementerio que contiene las estatuas de los héroes y heroínas que hicieron posible que esa red (entre otras muchas cosas) existiera, impunidad absoluta para los Jobbik, el partido nazi que campa a sus anchas por allí persiguiendo gitanos por las calles... Budapest es una ciudad de contrastes muy intensos en clave política y social.

Vista de Budapest desde la colina de Gellert
Es una ciudad bella. Creo que no hay otro adjetivo que pudiera definirla mejor. Es belleza pura. Desde la perspectiva de la Colina de Gellert, se puede ver la gran extensión de Budapest atravesada por el Danubio, que navegándolo con la mirada te lleva hasta Isla Margarit, que está flotando en él. Sus puentes, el Parlamento que está a la orilla, y un mosaico de tejados de colores bastante heterogéneos que cuesta parar de mirar son otros de los elementos que destacan de su vista aérea. A ras de suelo Budapest no pierde ningún interés. Es un lugar donde cada esquina guarda un detalle curioso, algo que observar o de lo que sorprenderse. Al menos para mí. En parte esto es provocado por el mero hecho de ser un lugar que se encuentra a 3000 km. de Andalucía con las diferencias lógicas que eso conlleva, o por ser Hungría un país centroeuropeo colocado en tierra de nadie si atendemos al “telón de acero imaginario” con el que se hace una división mental entre Europa Occidental y Oriental, y que aquí se hace un poco difuso, arrojando una mezcla cultural muy interesante. Cabe decir que no me estoy refiriendo a los iconos de la globalización capitalista de hoy, sino a algo más general. Un KFC en cada esquina no es precisamente interculturalidad, o al menos no es mi concepto ideal de ésta.

Entre los detalles que podríamos observar por la ciudad lamentablemente nos encontramos dos agujeros negros históricos. Uno en el periodo que va desde 1944 hasta 1991, y otro más pequeño correspondiente a 1919. Son la época posterior a la liberación de Hungría de la dominación nazi por parte de las tropas soviéticas además de la posterior etapa socialista del país iniciada en 1949, y la corta experiencia de la República Popular de Hungría de 1919. Los restos históricos del difunto socialismo húngaro han sido literalmente borrados de la ciudad, al parecer de una forma más concienzuda si cabe que en otras ciudades europeas del antiguo campo socialista.

Entrada al Museo del Terror
Pero lograr hacer olvidar el socialismo en un país que lo ha disfrutado durante más de 40 años no debe ser sencillo. Un ejemplo de este trabajado esfuerzo institucional es el Museo del Terror, en el que se encuentran expuestas de una manera intencionadamente “simétrica” documentos, estatuas, representaciones de ambientes o uniformes de los nazis y de los comunistas. Es el relato de siempre, sólo que en los países que fueron ocupados por el IV Reich y que después de la II Guerra Mundial se convirtieron en países socialistas este relato debe ser acompañado de una gran cantidad de accesorios. Lo que aquí nos cuentan de viva voz tertulianos del PP o del PSOE, allí tienen que currárselo más para que agarre. Al entrar se oye una música tenebrosa propia del castillo del terror de la feria de tu pueblo y aparecen al frente un par de estandartes que simbolizan las dos temáticas del museo. Pronto aparecen los bustos de Stalin que han sido arrancados de sus lugares de origen en la Budapest socialista, los videos con testimonios de supervivientes de campos de concentración nazis y del Gulag soviético, los expositores con objetos de tortura utilizados en los interrogatorios de nazis y de soviéticos, réplicas de celdas y de despachos, y cosas así. No hay nada al azar, y por cada elemento positivo que pudieras ver en los comunistas, te aparece algo que te trata de desmontar esa visión, llegando al punto en el que la aparición de objetos nazis se va diluyendo conforme se avanza en el recorrido y queda exclusivamente terror soviético hasta llegar a la zona en la que se recuerda la contrarrevolución de 1956,  y al final del todo ya en una especie de “fin de la pesadilla” aparecen vídeos con los hechos del tiempo que va desde 1989 hasta el 1991, cuando al fin cayó el socialismo en Hungría. Cierto es que la estancia del partido de la cruz flechada y de los nazis alemanes no ocuparon tantos años como la estancia del Partido Comunista de Hungría (Después denominado Partido Socialista Obrero Húngaro) y de tropas soviéticas y por tanto es lógico pensar que haya más material de la época comunista, pero la manera en que está todo dispuesto te dirige inconscientemente el pensamiento hacia experimentar más empatía con los nazis que con los comunistas, y eso es intencionado. De ahí que la “simetría” pueda ir entrecomillada.

Pequeño busto de Stalin
Estrar en dicho museo (Cuyo edificio es el antiguo Cuartel General de la ÁVH, la policía secreta húngara de la época de Rakosi) es una experiencia contradictoria en esencia para cualquier comunista y presupongo que para cualquier nazi, porque el museo está bien planteado ignorando el componente ideológico presente durante todo el recorrido. Es decir, los objetos que están allí expuestos, no dejan de ser históricamente interesantes. Como señalábamos anteriormente, ahí podremos encontrar desde uniformes de las SS nazis o insignias de oficiales soviéticos, hasta documentos de judíos asesinados durante la II Guerra Mundial, o una máquina de escribir utilizada en un cuartel de la ÁVH. Es cierto que es difícil olvidar ese componente ideológico, porque es la única razón que explica la existencia de este museo… En definitiva, pasar allí 2 horas, es pasar 2 horas de contradicción constante.

Las botas de Stalin, anticomunismo puro
El otro gran ejemplo de cómo han eliminado los restos de la época socialista en la ciudad de Budapest es el Memento Park. Este lugar se explica por sí mismo con sólo definirlo; es el lugar donde se llevaron todas las estatuas de la época socialista de la ciudad. Es una especie de cementerio de estatuas. Cada una tiene una placa que indica quien la hizo, cómo se llama la obra y el lugar en el que estaba colocada antes de ser retirada. Como curiosidad cabe decir que no hay ninguna estatua de Stalin y no porque no hubiera en la época anterior a 1956, sino porque las pocas que quedan “vivas”, se encuentran expuestas en el Museo del Terror. Sólo hay una réplica de unas botas, de una gran estatua de Stalin que se destruyó precisamente en 1956. A Janos Kadar curiosamente tampoco le encontramos por ninguna parte, no alcanzo a saber por qué, ya que Munnich, otro dirigente de la época de Kadar sí que aparece.

Monumento a las BBII
A Marx, a Engels, a Lenin o a Dimitrov también les podemos encontrar. Y a Bela Kun y otros destacados dirigentes de la Revolución de 1919. Y una gran cantidad de “monumentos al combatiente soviético” erigidos en honor de los que lucharon en la II Guerra Mundial contra los nazis. También hay hasta un monumento en honor a los húngaros que lucharon en la Guerra Civil Española en batallones de las Brigadas Internacionales. Nada de esto debe ser digno de tener por el centro de la ciudad, y su lugar más apropiado debe ser el Memento Park, un museo hecho al comunismo, sino a la caída del comunismo, como viene indicado en todas las evidencias que podemos encontrar. Ni el antifascismo tiene cabida en la Budapest post-socialista.

Encuesta de kutatopont
Es el drama de la mayoría de países del antiguo campo socialista. Después de la caída del socialismo perdieron muchas de aquellas conquistas logradas décadas atrás. No todas, pero la gran mayoría de ellas. Y hoy se encuentran en ese sistema que parecía que sería magnífico pero que no sólo no lo es, sino que hoy está especialmente tocado por la crisis. Pero hay una esperanza. Hay datos que indican un aumento aplastante del sentimiento de nostalgia por el socialismo y no sólo entre las personas que vivieron esa etapa (Encuesta adjunta). Los jóvenes húngaros nostálgicos, que a finales de la década pasada no llegaban al 25%, en 2012 eran ya alrededor de un 70%. Opinan que antes importaban más las personas y que ahora importa más el dinero. Volviendo al contenido del primer párrafo de este artículo no me extraña que esto sea así. La desigualdad es muy visible en las calles, y eso que yo no visité mucho más allá del centro de la ciudad, pero hay escenas muy explícitas. De esas que son casi clichés del país ex-socialista que a la caída del antiguo sistema empezó a ver florecer McDonalds y nuevos ricos por una parte y mendigos por la calle y niños esnifando pegamento por la otra. Y es que la fase imperialista del capitalismo es así. Mientras que los negocios que posee una minoría tengan margen para seguir expandiéndose, las consecuencias que puedan provocar no les importa lo más mínimo. O incluso simplemente las necesidades que pudieran tener aquellos pueblos en donde pretenden operar no les preocupa, siempre que haya un volumen de ganancias suficiente. En este caso logrados casi más por el turismo que por la gente de allí. Por eso llegar con euros desde un estado de la Eurozona como el español es llegar con un tesoro y la vida allí es plácida y desahogada. Lo malo es tener un sueldo medio en Florines. Ahí sí que se debe notar que el capitalismo ha llegado y que esos vaqueros del Zara están en una tienda que está tu país, pero ni esos vaqueros son para tí, ni los beneficios de esa empresa son para tu país. También por eso debe haber tantas tiendas de segunda mano por toda la ciudad.
 
Marx aún resiste
Es una situación extraña que es incomparable a la miseria creciente que hay en Andalucía, el Estado Español o cualquier otra zona de las llamadas del sur de Europa. Es pasar de un sistema con unas economías familiares en principio débiles pero solventes por tener aseguradas cosas básicas como la sanidad, la educación, las pensiones, el trabajo, el gas, el agua, la electricidad, etc, a uno en el que dejas de tener muchas de esas cosas pero sigues teniendo una economía débil, por lo que la pobreza te acaba engullendo.
Personalmente tengo clara una cosa. Hasta que las estatuas no regresen al lugar donde les corresponde, Budapest no estará ordenada del todo y seguirá siendo un puzle con esas pequeñas piezas mal colocadas en sitios equivocados. Al menos simbólicamente hablando.
De momento esta escultura de Marx aguanta en la Facultad de Derecho de Budapest. No sabemos por cuánto tiempo.

Y por último tengo que agradecer la invitación de mi hermana para conocer tan interesante ciudad. Qué anfitriona más maravillosa!!!

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